La Siesta

La siesta es el mejor reparador natural con el que contamos. Sumarle unos minutos de sueño al mediodía a las 8 horas de la noche consigue numerosos beneficios de los que muchas veces no somos conscientes. Es importante encontrar un lugar tranquilo y cómodo, y a poder ser que no sea la cama. Lo ideal es el sofá.

La duración de la siesta es importante. No debe sobrepasar los 30 minutos para no caer profundamente dormido y sufrir trastornos al levantarse como la irritabilidad o la sensación de no haber descansado. Lo ideal son 15 o 20 minutos. En el caso de los niños debe ser más prolongada y si se sufre insomnio o cambios de sueño constantes por los turnos del trabajo, nunca debe sobrepasar los 15 minutos.

No se trata solamente de una costumbre española, sino que también tiene una explicación biológica. Es una consecuencia natural del descenso de la sangre después de la comida desde el Sistema Nervioso al Sistema Digestivo, lo que provocaba una consiguiente somnolencia

Está demostrado científicamente que una siesta de no más de 30 minutos (más tiempo puede trastocar el reloj biológico natural y causar insomnio por la noche) consigue aumentar nuestra atención y productividad, mejora la salud en general y la circulación sanguínea y previene el agobio, la presión, el estrés y disminuye el riesgo a sufrir enfermedades cardiacas. Las funciones cognitivas aumentan hasta un 40%. Además, favorece los mecanismos de aprendizaje y nos ayuda a mantener ágil la memoria durante la tarde y la noche

Curiosidades:

Se echaban un rato para descansar los antiguos romanos y los cortesanos y campesinos en la edad media.
También tenía costumbre de dormir Napoleón encima de su caballo entre batalla y batalla. Asiduos defensores de la siesta eran Albert Einstein ("para inspirarse"), Thomas Edison para inventar y Johannes Brahms, que llegaba a quedarse frito encima del piano. Incluso la irreducible Margaret Thatcher cargaba las pilas unos minutos por la tarde. Winston Churchill, aprendió la costumbre en Cuba y fue un entusiasta cultivador de la misma, con la consecuencia inesperada de que sus colaboradores quedaban rendidos cuando le veían a él tan fresco a las dos de la madrugada y con ganas de trabajar más. El premio Nobel, Camilo José Cela, con su sarcasmo habitual, ensalzó la práctica y disfrute de esta costumbre tan española, decía de la siesta que había que hacerla "con pijama, Padrenuestro y orinal".

Para el pintor Salvador Dalí, una siesta corta, de 20 a 30 minutos, era efectiva para inspirarse. Pero no usaba despertador. El confiaba en los primeros signos de relajación muscular. 
Se dormía sentado en un sillón con un objeto metálico (algunos dicen que usaba una llave y otros, una cuchara) en la mano. Cuando el objeto se le caía, el ruido despertaba al artista de su siesta breve, pero suficiente para sentirse renovado.

Bueno, pues a sestear se ha dicho! 


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